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Italia logra su unificación definitiva con la anexión de Roma, que se convierte en la capital. La toma de los Estados Pontificios supone el fin del poder temporal del Papa y la consolidación del Reino de Italia bajo Víctor Manuel II.
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Prusia, liderada por Otto von Bismarck, culmina la unificación alemana tras la guerra contra Francia. Se proclama el Imperio Alemán en Versalles, con Guillermo I como emperador. Alemania se convierte en una nueva potencia en el equilibrio europeo.
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Tras la abdicación de Amadeo I, España experimenta un breve intento de República que se ve marcado por inestabilidad política, conflictos sociales y guerras internas. En 1874, un golpe de Estado restaura la monarquía borbónica con Alfonso XII.
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La Tercera Guerra Carlista finaliza con la victoria del ejército de Alfonso XII. Se consolidan las instituciones liberales y se refuerza la monarquía, debilitando el movimiento carlista, aunque este resurgirá ocasionalmente en el futuro.
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Las potencias europeas se reparten África para evitar conflictos entre ellas. Se establecen fronteras sin tener en cuenta a las poblaciones locales, lo que provoca conflictos coloniales y una explotación intensiva de los recursos africanos.
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Guillermo II obliga a dimitir a Bismarck, quien había dirigido la política alemana durante décadas. Con su marcha, Alemania adopta una estrategia más agresiva en política exterior, alejándose de las alianzas del excanciller y acercándose al enfrentamiento con otras potencias.
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Los independentistas cubanos, liderados por José Martí y Antonio Maceo, inician una nueva guerra contra España. Este conflicto, caracterizado por la guerra de guerrillas, atraerá la intervención de Estados Unidos en 1898, precipitando la derrota española.
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Atenas acoge la primera edición de los Juegos Olímpicos modernos, promovidos por Pierre de Coubertin. Con la participación de 14 países, se recupera el espíritu deportivo de la Antigua Grecia y se sientan las bases del olimpismo actual.
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La explosión del acorazado Maine en La Habana provoca la intervención de Estados Unidos contra España. La guerra termina con la derrota española y la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, lo que supone el fin del Imperio español y una crisis nacional.
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Colonos de origen holandés (bóers) y británicos luchan en Sudáfrica por el control de las minas de oro y diamantes. Tras años de guerra, el Imperio Británico logra imponerse, aunque a costa de utilizar campos de concentración contra la población civil.