Mi objeto: La radio

  • Period: to

    Antes de mi nacimiento

    Antes de existir, fui solo una idea en la mente de los ingenieros de Philips, que soñaban con una radio capaz de llevar la música y las noticias a cada hogar. En los talleres se dibujaban mis planos y se elegían mis piezas, mientras el mundo avanzaba y las familias descubrían el poder de la voz. Aún no había nacido, pero mi destino ya estaba preparado: dar sonido a la vida de una familia.
  • El día que nací

    El día que nací

    Nací en el año 1957, en Eindhoven, Países Bajos, en una fábrica de Philips en Eindhoven, rodeada del zumbido de máquinas. Mis piezas fueron ensambladas con cuidado: válvulas, cables y una carcasa de madera que pronto brilló bajo la luz del taller.
    Cuando me encendieron por primera vez, una melodía suave llenó el aire. Poco después, me guardaron en una caja con destino a Bilbao, España, sin saber que allí comenzaría mi verdadera historia.
  • Llegada a casa

    Llegada a casa

    En 1958 llegué a Bilbao, tras un largo viaje en tren y camión. Fui recibida con entusiasmo por una joven pareja que me colocó en el centro del salón. Recuerdo el olor a café, las risas y las primeras voces que salieron de mi altavoz. Desde ese momento, me convertí en parte de la familia y en el corazón de su hogar.
  • Mi época dorada

    Aquellos fueron mis años más felices. Cada día despertaba con el sonido de las voces familiares que me encendían para escuchar las noticias o sus programas favoritos. Las tardes se llenaban de música, radionovelas y risas que daban vida a toda la casa. Fui testigo de conversaciones, secretos y celebraciones; en torno a mí se compartían ilusiones y también alguna que otra lágrima. Me sentía el corazón del hogar, una compañera inseparable que unía a toda la familia con el mundo.
  • Mi mayor enemigo

    Mi mayor enemigo

    En 1975 todo empezó a cambiar. Una gran caja con pantalla llegó al salón y, poco a poco, las miradas que antes se dirigían hacia mí comenzaron a volverse hacia ella. Ya casi nadie se reunía para escuchar mis programas; ahora todos querían ver las noticias y las películas. Aunque seguía encendiéndome de vez en cuando, sentía que mi voz sonaba más sola que antes.
  • Derrota

    En 1980 mi voz se apagó por completo. La televisión se había convertido en la reina del salón, y yo pasé de ser el centro de atención a un simple recuerdo del pasado. Una mañana, el abuelo me limpió con un paño y me llevó al desván. Allí quedé cubierta por una sábana, rodeada de cajas y silencio. Durante años escuché apenas el eco de pasos lejanos y soñé con volver a encender mis luces verdes, aunque fuera por un instante.
  • Period: to

    Años de silencio en el desván

    Pasé casi cuarenta años en el desván, cubierta de polvo y recuerdos. A mi alrededor se acumulaban cajas, libros viejos y juguetes olvidados. El tiempo transcurría lento, entre el frío del invierno y el calor del verano. Aunque nadie me miraba, seguía guardando en silencio las voces y canciones de otros tiempos, esperando que algún día alguien volviera a recordarme.
  • Años de silencio

    Pasaron los años y seguí en el desván, cubierta de polvo y recuerdos. Nadie me encendía ni hablaba de mí. Escuchaba, a lo lejos, las voces de una nueva generación que crecía sin saber que yo existía. Mis válvulas se enfriaron y mi madera perdió brillo, pero aún guardaba dentro de mí los ecos de las canciones y las risas de antaño. Aunque el silencio me envolvía, nunca perdí la esperanza de volver a sentirme parte de la familia.
  • Renacer

    Después de tantos años olvidada en el desván, un día escuché pasos y una voz joven. Era la nieta del abuelo, que me encontró cubierta de polvo y decidió rescatarme. Me limpió, admirando mis botones dorados y mi madera envejecida, y me llevó al salón. Allí me colocó sobre una estantería, como decoración. Ya no transmito música ni noticias, pero vuelvo a sentirme viva. Ahora soy un recuerdo del pasado que guarda la historia de una familia y el eco de todas las voces que alguna vez me escucharon.
  • Un nuevo comienzo

    Hoy, en 2025, sigo aquí, en el mismo salón, observando cómo la vida continúa a mi alrededor. A veces escucho música desde un altavoz moderno o veo a la familia reír frente al televisor, y no me entristece. Al contrario, me alegra saber que sigo acompañándolos, aunque en silencio. Ya no soy solo una radio antigua: soy un testigo del tiempo, una voz del pasado que aún tiene algo que contar.