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En la prehistoria, la contabilidad surge en Mesopotamia y Egipto con el desarrollo de la agricultura, la cría de animales y la alfarería, actividades que generaron excedentes y la necesidad de controlar recursos.
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Los principios de la escritura surgieron como medio para controlar bienes y transacciones. En Mesopotamia apareció la escritura cuneiforme para llevar registros, mientras que en América se usaron los códices prehispánicos y los quipus incas como sistemas contables rudimentarios.
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En la Edad Media, la contabilidad evolucionó con registros como el Domesday Book, las anotaciones de debe y haber en Florencia y la rendición de cuentas de Alfonso el Sabio, acercándose a la partida doble.
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En América, los pueblos prehispánicos como aztecas, mayas e incas llevaban registros contables organizados para controlar tributos y bienes.
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En Roma, Luca Pacioli trabajó con comerciantes y como docente, publicando en 1509 Divina proportione con ilustraciones de Leonardo da Vinci; aunque no inventó la partida doble, la sistematizó y publicó, sentando las bases de la contabilidad moderna y reflejando la creciente regulación contable de la época.
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Los primeros contadores en México fueron Alonso de Ávila, nombrado contador del ayuntamiento de Veracruz en 1519, y Rodrigo de Albornoz, designado Contador Real de la Nueva España en 1522; la enseñanza formal de la contabilidad inició con la Escuela Superior de Comercio y Administración en 1845, y Fernando Díez Barroso presentó el primer examen profesional de contador el 25 de mayo de 1907, marcando el inicio de la profesión contable en el país.