-
Durante esta etapa se acelera la mielinización en el tronco encefálico y la corteza sensorial. El bebé comienza a reconocer estímulos visuales y auditivos, mostrando atención a rostros y sonidos familiares. Si hay alteraciones, pueden observarse dificultades en la atención o reactividad a los estímulos.
-
Se forman nuevas sinapsis en la corteza motora y visual, fortaleciendo la coordinación ojo-mano. El bebé alcanza objetos, imita sonidos y empieza a recordar estímulos. Alteraciones tempranas pueden manifestarse como hipotonía o lentitud en la coordinación.
-
El hipocampo y la corteza prefrontal comienzan a crecer, permitiendo la memoria a corto plazo y las primeras respuestas comunicativas. Se espera balbuceo y reconocimiento del nombre. Retrasos o ausencia de contacto visual pueden indicar señales tempranas de TEA.
-
Aumenta la mielinización del cuerpo calloso, lo que facilita la comunicación entre hemisferios cerebrales. Surgen las primeras palabras y juegos de imitación. Si hay alteraciones, puede presentarse un retraso en el lenguaje o dificultades sociales.
-
El lóbulo frontal continúa su maduración, favoreciendo el control de impulsos, la curiosidad y la planeación de acciones simples. Se consolida el juego simbólico y la empatía básica. Un desarrollo inadecuado puede reflejarse en impulsividad o frustración frecuente.
-
Ocurre una intensa poda sináptica que optimiza las conexiones neuronales. El niño desarrolla lenguaje estructurado, pensamiento lógico y habilidades sociales. Las alteraciones más comunes son los trastornos del aprendizaje o del lenguaje.
-
El cerebro alcanza una mayor eficiencia en la memoria de trabajo y la atención sostenida. El niño aprende a leer, escribir y resolver problemas con lógica. Las principales dificultades que pueden aparecer son TDAH o dislexia.
-
La integración entre ambos hemisferios mejora el razonamiento abstracto y la comprensión de normas sociales. Los niños ya distinguen lo justo e injusto. Si hay alteraciones, puede evidenciarse impulsividad o escasa comprensión social.
-
Durante la adolescencia, el cerebro experimenta una gran reorganización. Se fortalece la toma de decisiones y la autorregulación emocional. Sin embargo, es una etapa vulnerable a la ansiedad y las conductas de riesgo por la maduración incompleta del lóbulo frontal.
-
El lóbulo frontal alcanza su madurez estructural y funcional. Se consolidan la planificación, el juicio crítico, la empatía y el control emocional. Las alteraciones pueden manifestarse como impulsividad o trastornos de personalidad.