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Podujo nuevas ideas sobre derechos humanos y sobre la igualdad entre pueblos, lo que presionó a muchos países a revisar sus políticas internas de discriminación. Para casos como Sudáfrica, aunque el régimen blanco ganó poder económico por su apoyo a los Aliados, el contexto global comenzó a cuestionar con más fuerza cualquier forma de racismo institucionalizado.
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En 1948, el Partido Nacional llegó al poder y estableció el apartheid como política oficial. Este sistema organizaba la sociedad sudafricana en función de categorías raciales rígidas: blanco, “coloured”, indio y africano. El apartheid no solo separaba físicamente a las personas, sino que buscaba controlar su movilidad, sus oportunidades económicas y sus relaciones sociales. Fue un régimen profundamente estructural, diseñado para garantizar los privilegios de la minoría blanca. -
Population Registration Act: obligó a todas las personas a registrarse según una categoría racial, convirtiendo la identidad en un asunto legal, medible y permanente.
Group Areas Act: asignó zonas específicas para cada grupo racial, lo que provocó desplazamientos masivos y la destrucción de barrios completos.
Ambas leyes hicieron que la discriminación no fuera solo social, sino administrada directamente por el Estado mediante documentos, mapas y permisos. -
Para muchos países, incluyendo Sudáfrica, este conflicto global influyó en su política interna. El gobierno sudafricano se presentó como un aliado “anticomunista”, usando ese discurso para justificar la represión contra movimientos negros que exigían derechos. Paralelamente, los movimientos antiapartheid lograron apoyo internacional porque las ideas de igualdad, justicia y descolonización ganaron fuerza.
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Esta ley creó un sistema educativo separado para la población negra, con menos recursos y un currículo diseñado para limitar sus oportunidades. La intención era preparar a los africanos para trabajos manuales o de baja remuneración, manteniendo así la jerarquía racial y económica. La educación se volvió una herramienta para controlar el futuro de millones de personas, definiendo qué podían aprender y a qué aspiraciones podían acceder. -
El Convenio 107 fue uno de los primeros instrumentos internacionales dirigidos a “poblaciones indígenas y tribales”. Su enfoque era integracionista: buscaba incluir a estos pueblos dentro del Estado-nación, pero sin reconocer plenamente su autonomía. Aunque Sudáfrica no lo aplicó directamente, el documento sirve para entender cómo los Estados del siglo XX veían la diferencia cultural como algo a “administrar”. -
La protesta contra las leyes de pases —que controlaban la movilidad de la población negra— terminó con la muerte de 69 personas a manos de la policía. Este hecho marcó un antes y un después: muchos movimientos de liberación abandonaron la resistencia pacífica y comenzaron a organizarse para la lucha armada. Además, la comunidad internacional reaccionó con firmeza y Sudáfrica fue expulsada de varios organismos. -
Esta convención fue clave porque definió la discriminación racial como una violación de los derechos humanos. En un mundo donde cada vez más países se independizaban y denunciaban las desigualdades coloniales, Sudáfrica quedó particularmente expuesta: el apartheid se volvió un símbolo global del racismo institucional. La convención fortaleció el rechazo internacional al régimen sudafricano y ayudó a justificar sanciones, boicots y presiones diplomáticas. -
Este movimiento, liderado por Steve Biko, buscaba fortalecer el orgullo, la dignidad y la identidad de las personas negras frente a un sistema que las deshumanizaba. Enfatizaba que la liberación debía comenzar desde la autoestima colectiva y la recuperación cultural. Inspiró a miles de jóvenes y transformó la manera en que las comunidades negras se veían a sí mismas. -
El gobierno decidió que el afrikáans, idioma asociado al poder blanco, debía ser el idioma principal en las escuelas negras. Los estudiantes protestaron masivamente en Soweto, y la represión estatal dejó centenares de muertos. Este evento reveló cómo el idioma también puede ser un instrumento de dominación y cómo la resistencia cultural es parte central de las luchas identitarias. -
Durante los años ochenta, muchos países y organizaciones adoptaron sanciones económicas, culturales y deportivas contra Sudáfrica. Se prohibieron inversiones, se bloqueó la participación en eventos internacionales y se intensificó la presión diplomática. Esto debilitó al régimen y fortaleció la legitimidad del movimiento antiapartheid, mostrando que la lucha era global y no solo interna. -
Ya no se trataba de “integrar” a los pueblos indígenas, sino de reconocer sus derechos colectivos, territoriales y culturales. Aunque el caso sudafricano no es un caso “indígena” en el sentido clásico de Latinoamérica, el Convenio 169 ayuda a pensar cómo cambió globalmente la forma de relacionarse con la diferencia. También permite comparar las discusiones sudafricanas sobre tierras comunales, autoridades tradicionales y reconocimiento cultural. -
Con el fin del apartheid, Sudáfrica celebró sus primeras elecciones libres. Nelson Mandela fue elegido presidente y se inició una nueva visión nacional: la “nación arcoíris”, un país construido sobre la diversidad y la igualdad de derechos. Este momento representó tanto un triunfo político como un proyecto simbólico de reconciliación, aunque con muchos desafíos. -
La TRC buscó documentar los abusos cometidos durante el apartheid y promover la reconciliación entre víctimas y perpetradores. Aunque no resolvió todas las tensiones, fue una forma de reconocer públicamente el sufrimiento histórico de millones. También produjo una narrativa oficial sobre el pasado, lo que ayudó a comprender cómo se construyó la injusticia.
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La Constitución de 1996 es una de las más progresistas del mundo. Reconoce once idiomas oficiales, prohíbe toda forma de discriminación y garantiza derechos amplios a todas las personas. También redefine la ciudadanía no desde la raza, sino desde la igualdad y el respeto a la diversidad cultural y lingüística. Fue un paso fundamental para reconstruir la identidad nacional. -
Algunas comunidades, como los Bafokeng, comenzaron a administrar recursos mineros y culturales de manera corporativa. Esto muestra cómo las identidades étnicas pueden convertirse en un recurso económico. También abre debates sobre quién controla la identidad y cómo esta puede usarse estratégicamente.
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Estas políticas buscaban corregir desigualdades históricas mediante cuotas laborales, acceso preferente a contratos y redistribución económica hacia grupos previamente excluidos. Si bien ayudaron a crear una clase media negra, también han sido criticadas por beneficiar principalmente a quienes ya tenían mejores oportunidades, dejando fuera a los más pobres. -
La declaración amplió el marco de derechos colectivos y reforzó temas como autodeterminación, territorio y consulta. En Sudáfrica, aunque la categoría de “pueblo indígena” no se usa como en América Latina, el documento incentivó discusiones sobre los pueblos khoisan, el pasado colonial y las deudas históricas. Ayudó a reabrir debates sobre justicia, memoria y reparación, especialmente para grupos que habían sido invisibilizados durante el apartheid. -
Las tensiones económicas y la competencia por empleo llevaron a ataques contra migrantes africanos, especialmente de países vecinos. Estos hechos demostraron que la discriminación en Sudáfrica seguía siendo un problema, ahora dirigido hacia la nacionalidad y la condición migratoria. La “otredad” se redefinió, mostrando que la identidad nacional está en constante negociación.