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La identidad se definía por la ciudadanía en la polis o en el Imperio. Solo los que tenían estatus de ciudadanos gozaban de derechos mientras que extranjeros mujeres y esclavos quedaban excluidos, La identidad era principalmente colectiva y política, más que individual.
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La identidad estaba determinada por la religión cristiana, el linaje familiar y la jerarquía feudal. Ser parte de un estamento social (nobleza, clero, campesinado) marcaba el destino de las personas. El individuo era secundario frente a la comunidad y la fe.
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Surge una nueva visión centrada en el hombre como individuo, valorando la razón, la creatividad y la libertad de pensamiento. La identidad empieza a vincularse con el conocimiento, el arte y los logros personales, dejando poco a poco la idea de que estaba totalmente determinada por Dios o el nacimiento
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La identidad se asocia al sujeto racional, autónomo y universal. Nacen los ideales de libertad, igualdad y ciudadanía moderna. Se impulsa la idea de que todos los individuos poseen derechos, aunque en la práctica aún persistían exclusiones por raza, género o clase.
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La identidad se concibe como pertenencia a una nación, definida por la lengua, la cultura y el territorio. A la par, surgen teorías raciales y evolucionistas que clasificaban a los pueblos jerárquicamente, justificando la colonización y el racismo.
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La antropología, sociología y psicología comienzan a estudiar la identidad cultural y étnica. Se reconoce que los grupos humanos construyen identidades colectivas basadas en tradiciones, símbolos y diferencias culturales.
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El feminismo, los movimientos afrodescendientes, indígenas, de derechos civiles y LGTB transforman la concepción de identidad. Se convierte en una herramienta política de lucha y resistencia, que visibiliza las diferencias y reclama igualdad y reconocimiento.
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Se rompe la idea de identidades fijas o esenciales. Se entiende que la identidad es fluida, múltiple, cambiante y construida socialmente a través del discurso, la historia y las relaciones de poder.
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La identidad se concibe como dinámica, híbrida e interseccional. Está marcada por la globalización, la migración, la diversidad cultural y el mundo digital. Hoy se reconoce que las personas pueden tener múltiples identidades género, clase, etnia, sexualidad, religión, que interactúan entre sí.