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El 1G fue la primera generación de móviles, creada en 1979 en Japón, y solo permitía hacer llamadas de voz con tecnología analógica. Tenía móviles muy grandes, caros y con mala calidad de sonido, además de una latencia muy alta, lo que hacía que las llamadas no fueran instantáneas. Aun así, marcó el inicio de la telefonía móvil y abrió el camino a las siguientes generaciones.
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El 2G apareció el 1 de julio de 1991 en Finlandia con la primera red GSM y permitió no solo llamadas, sino también enviar SMS y mejorar la calidad del sonido. Usaba tecnología digital, lo que hacía las comunicaciones más seguras y claras que en 1G. Además, redujo bastante la latencia, haciendo que las llamadas fueran más rápidas y fluidas.
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El 3G comenzó en 2001 en Japón y fue la primera generación que permitió navegar por internet móvil, usar videollamadas y descargar datos más rápido. Su tecnología digital mejoró mucho la velocidad frente al 2G y permitió el inicio de los smartphones modernos. Además, la latencia bajó bastante, lo que hizo posible una comunicación más fluida y el uso de servicios en tiempo real como videollamadas.
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El 4G empezó a desplegarse en 2009 en Suecia y Noruega y permitió navegar a gran velocidad, ver videos en streaming y usar apps pesadas en el móvil. Ofreció una conexión mucho más estable y rápida que el 3G, impulsando redes sociales y plataformas como YouTube o Netflix. Además, la latencia se redujo a pocos milisegundos, haciendo posible jugar online desde el móvil casi sin retraso.
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El 5G comenzó a lanzarse en 2019 y es la generación más rápida hasta ahora, con velocidades mucho mayores que el 4G. Permite conectar no solo móviles, sino también coches, fábricas y ciudades enteras gracias a su gran capacidad. Su latencia es muy baja, lo que hace que las comunicaciones sean casi instantáneas, ideal para videojuegos online, cirugías a distancia y vehículos autónomos.
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El 6G es la próxima generación de redes móviles, aún en desarrollo, que promete revolucionar la conectividad. Se espera que ofrezca velocidades de hasta 1 terabit por segundo, superando ampliamente al 5G. Además, la latencia se reducirá a niveles casi imperceptibles, con tiempos de respuesta inferiores a 1 milisegundo, lo que permitirá aplicaciones en tiempo real como la telecirugía y vehículos autónomos