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Ser ciudadano (principalmente en Atenas) significaba ser varón, libre, hijo legítimo de padres atenienses y mayor de edad. Eran los únicos con derechos políticos (votar, participar en la asamblea) y militares. Se excluía a mujeres, esclavos y extranjeros.
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Inicialmente muy restrictiva, la ciudadanía romana se fue expandiendo hasta otorgarse a casi todos los habitantes libres del Imperio (Edicto de Caracalla, 212 d.C.). Implicaba una serie de derechos legales (propiedad, matrimonio) y, en la República, derechos políticos y militares.
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Se establece la noción moderna de ciudadanía basada en la igualdad y la soberanía popular. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) universaliza los derechos, eliminando los privilegios de la nobleza. Aunque inicialmente excluyó a las mujeres, sentó las bases para el concepto de nación de ciudadanos.
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Ser ciudadano es una condición legal que otorga plenos derechos civiles y políticos dentro de un Estado a todos sus nacionales, generalmente al alcanzar la mayoría de edad, sin distinción de sexo, raza, religión o clase. Implica deberes y el derecho a la participación democrática.