-
La identidad se vinculaba al rol social y político dentro de la polis. Ser ciudadano, pertenecer a un linaje y desempeñar un lugar en la jerarquía eran los marcadores principales. El individuo no era autónomo, sino parte de un orden natural y social
-
La identidad estaba regida por la religión cristiana. El ser humano era entendido como alma dependiente de Dios. La pertenencia estaba marcada por la comunidad religiosa y el estatus feudal, con un fuerte carácter jerárquico
-
Con el humanismo renacentista y la Ilustración surge la noción de un individuo autónomo y racional. La identidad ya no depende de lo divino, sino de la razón. Aparece la idea del hombre universal como sujeto de derechos y conocimiento.
-
Dominan el positivismo y el evolucionismo. La identidad se explica por biología, raza y herencia. Nace el racismo científico, que clasifica a los pueblos en jerarquías “naturales” y fijas. La identidad es entendida como esencia inmutable.
-
La antropología cultural, encabezada por Franz Boas, rechaza el determinismo biológico. La identidad se entiende como producto de la cultura y las tradiciones, no de la naturaleza. Este giro marca un paso hacia ver la identidad como algo aprendido y transmitido socialmente.
-
Influencia del estructuralismo, marxismo, psicoanálisis y sociología crítica. La identidad deja de ser fija: se concibe como un proceso negociado, dinámico y contextual. Factores como clase social, género, etnicidad y poder intervienen en su formación. Wade resalta que aquí surge la idea de la identidad como un fenómeno relacional y político.
-
Las teorías posmodernas y los estudios culturales conciben la identidad como fluida, fragmentada y en constante transformación. Se introduce la noción de interseccionalidad (identidades cruzadas de género, raza, clase, sexualidad). Wade destaca cómo la hibridación (ej. identidades mestizas, transnacionales) rompe la idea de identidades puras.
-
Con la globalización, migración y tecnologías digitales, las identidades se hacen transnacionales y flexibles. Surgen identidades virtuales construidas en redes sociales. La identidad se concibe como fluida, relacional y constantemente reconfigurada en interacción con múltiples contextos