Historia de los conceptos de causa y enfermedad Autor: Jonnathan Alape Rodriguez
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El origen de las enfermedades se explicaba desde la superstición. Se pensaba que eran causadas por espíritus malignos o fuerzas invisibles que entraban en el cuerpo y producían sufrimiento. Para expulsarlos, se practicaban rituales y procedimientos como la trepanación, que consistía en abrir orificios en el cráneo para liberar a los malos espíritus.
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En la Edad Media (1347-1351), la peste negra fue vista como un castigo de Dios. Surgió el movimiento de los flagelantes, quienes se azotaban públicamente para expiar culpas y buscar la misericordia divina.
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Hacia el 2000 a. C., en Mesopotamia, la enfermedad se interpretaba como un castigo divino por los pecados. También en la agricultura se atribuían enfermedades de la cebada a deidades como Ninkilim.
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En las culturas babilónica y griega (desde el 1000 a. C. hasta la Antigüedad clásica) se creía que la salud y la enfermedad dependían de los astros. En el siglo XIV, durante la peste negra (1347-1351), se explicó la epidemia como resultado de una conjunción de Saturno, Júpiter y Marte en 1345, lo que habría generado influencias nocivas sobre la tierra.
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En India (siglo VI a. C.) y China (siglo V a. C.), se desarrollaron teorías basadas en el desequilibrio de fuerzas vitales (doshas, yin-yang). En Grecia (siglo V a. C.), Hipócrates (460-370 a. C.) formuló la teoría de los cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. La enfermedad se debía a una “discrasia” o alteración en la proporción de humores, y los tratamientos incluían sangrías, purgas y dietas. Esta idea se mantuvo dominante en Europa hasta el siglo XVII.
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Durante los siglos XVIII y XIX, con el crecimiento urbano, surgió la teoría del miasma, que explicaba las enfermedades como producto de emanaciones fétidas de materia en descomposición. Aunque la causa no era real, esta teoría impulsó medidas de saneamiento público en Europa y América: alcantarillado, limpieza de calles y mejoramiento de la higiene urbana.
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en el siglo XIX, la investigación científica cambió la perspectiva. Louis Pasteur (1822-1895) demostró entre 1857 y 1865 que microorganismos específicos causaban enfermedades, como el gusano de seda o el ántrax. En 1882, Robert Koch (1843-1910) formuló sus postulados, que probaban de manera sistemática que un agente microbiano era la causa de una enfermedad. Con esto nació la medicina y la fitopatología modernas.
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Antes de ellos, hubo aportes clave: en 1728, Duhamel du Monceau describió el papel de un hongo en la caries del trigo. En 1807, Prévost demostró que los esporos del carbón del trigo transmitían la enfermedad entre plantas. En 1866, Anton de Bary confirmó que el tizón tardío de la papa era causado por un hongo, responsable de las hambrunas europeas de mediados del siglo XIX.
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En el siglo XIX, en Francia, se impulsaron clasificaciones etiológicas: Grisolle habló de "venenos sépticos", "fiebres" e "inflamaciones", mientras Dieulafoy distinguió entre enfermedades parasíticas, sépticas y virulentas. Bouchard, en 1892, clasificó las infecciosas en específicas (bacterias, hongos, parásitos), no específicas (septicemias) y parasíticas (gusanos, ácaros)
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Desde fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, se amplió el concepto de enfermedad. Se entendió que no bastaba con identificar al patógeno: la enfermedad es el resultado de la interacción entre el agente causal, el hospedero y el ambiente. De esta manera, se consolidó el concepto de triángulo epidemiológico, clave tanto en la medicina como en la fitopatología modernas.