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Identidad teológica.
El individuo se definía en función de Dios y la religión.
La identidad personal estaba subordinada a la comunidad religiosa, el linaje y el orden social.
No se concebía la identidad individual autónoma, sino colectiva y espiritual. -
Identidad como esencia o naturaleza fija.
El ser humano era entendido desde una esencia universal (el alma racional, el logos).
La identidad se relacionaba con el orden natural o divino y las jerarquías sociales eran consideradas naturales. -
Nacimiento del sujeto individual.
El ser humano empieza a verse como centro del mundo y responsable de su propio destino.
Se afirma la individualidad, la razón y la capacidad de crear.
Surge la idea de una identidad personal diferenciada, ligada al mérito y al pensamiento. -
Identidad racional y universal.
La razón se convierte en el fundamento del sujeto.
Se concibe al individuo como autónomo, racional y coherente, con una identidad estable y esencial.
Las diferencias culturales o raciales se justifican con discursos científicos (inicio de racialización del otro, como explica Wade). -
Identidad nacional y biológica.
La identidad se asocia con la nación, la raza y la herencia biológica.
Surgen teorías raciales y el darwinismo social, que clasifican pueblos y culturas.
La identidad se usa para incluir o excluir dentro de los proyectos de Estado y modernidaad. -
Identidades múltiples y fragmentadas.
Se reconoce que la identidad es cambiante, híbrida y contextual.
El sujeto puede tener múltiples pertenencias (étnicas, de género, nacionales, culturales).
Stuart Hall (a quien cita Wade) plantea que la identidad es una narración en construcción, no una esencia.
Se enfatiza la agencia y la capacidad de reinventarse. -
Identidad transnacional y digital.
Las migraciones, los medios y las redes sociales transforman la identidad en algo fluido y global.
Surgen identidades híbridas, interculturales y digitales.
Wade señala que las identidades hoy se negocian entre lo local y lo global, entre la diferencia y la conexión.