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El Código de Hammurabi en Babilonia y, más tarde, la medicina hipocrática ya planteaban principios éticos fundamentales en medicina. Entre ellos destacan el no maleficencia (primum non nocere, “no hacer daño”) y el de beneficencia (buscar el bien del paciente). Estos valores defendían la vida humana como algo sagrado, rechazaban el aborto y prohibían causar la muerte a otros.
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Fritz Jahr utiliza por primera vez el término "bioética" en un editorial (1927), desarrollando el concepto del Imperativo bioético universal.
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El Papa Pío XII emite una serie de discursos dirigidos a médicos y consejos médicos, tocando temas cruciales como la sexualidad, la procreación, la responsabilidad profesional, el aborto, la inseminación artificial, la valoración de la muerte, la eugenesia y la eutanasia. Estos discursos se recopilan en un volumen que marca una etapa importante en la reflexión moral desde la Iglesia Católica, considerado una “prehistoria” de la bioética.
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El italiano U. Forti usó por primera vez la palabra biomoralidad, que se considera un antecedente de la bioética. Este término resaltaba la importancia de reflexionar sobre cómo cuidar y defender la vida, tanto humana como animal, desde una visión científica y evolutiva.
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En Nueva York, el filósofo Daniel Callahan y el psiquiatra Willard Gaylin fundaron en 1969 el Hastings Center (Institute of Society, Ethics and the Life Sciences). Su objetivo era establecer normas para controlar las experimentaciones médicas y científicas, que en ese tiempo se realizaban sin regulaciones éticas. Junto con el Kennedy Institute of Ethics, el Hastings Center sigue siendo una de las instituciones más importantes en el estudio de la bioética.
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Se publica Bioethics: The Science of Survival, estableciendo la bioética como una disciplina que une biología y ética, enfocada en la supervivencia humana y ecológica.
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El teólogo protestante Paul Ramsey fue invitado por André Hellegers a participar en los inicios de la bioética. Sus enseñanzas quedaron plasmadas en dos libros: The Patient as Person y Fabricated Man, publicados en 1970. Estas obras ayudaron a difundir la bioética en Estados Unidos y marcaron un paso importante en su consolidación como disciplina.
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Después de la Segunda Guerra Mundial creció la desconfianza hacia la idea de que la ciencia y la tecnología por sí solas garantizarían el progreso humano. En 1971, Van Rensselaer Potter publicó Bioethics: a Bridge to the Future. En este libro propuso que la bioética debía ser un “puente hacia el futuro”, capaz de unir la cultura científica con la cultura humanista, con el fin de asegurar no solo la supervivencia, sino también una buena calidad de vida para la humanidad.
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El médico italiano Luigi Condorelli, señaló en 1972 que la formación ética de los estudiantes de medicina estaba disminuyendo. Según él, esta preparación debería ser muy cuidadosa para proteger la dimensión humana y espiritual de la profesión médica.
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En 1975 se fundó en Barcelona el primer centro de bioética de Europa, el Instituto Borja de Bioética. Estaba dirigido por F. Abel, quien había colaborado anteriormente con André Hellegers en Estados Unidos.
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En 1978, Warren T. Reich fue el editor de la primera edición de la Encyclopedia of Bioethics, una obra fundamental que fue un acontecimiento importante en la historia de la disciplina.
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Hoy en día, la bioética ha superado la etapa de sus primeros pioneros y se reconoce como una disciplina con identidad propia y validez científica. Se considera necesario reflexionar y debatir sobre sus posibilidades y aplicaciones más allá de su historia, consolidándola como un campo sólido de estudio y práctica ética.