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La función logística se asociaba básicamente a las actividades de la distribución física, en especial al transporte y al almacenamiento de productos.
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Los empresarios empiezan a vislumbrar la función logística como una potente herramienta para alcanzar nuevos mercados separados geográficamente, así como para mejorar la eficiencia de la empresa mediante la reducción de costes logísticos (Gutiérrez y Prida, 1998).
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Las primeras revistas científicas especializadas en actividades logísticas muestran interés científico por el estudio de la función logística.
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Las empresas empiezan a gestionar las actividades logísticas como elementos interrelacionados, que precisan de una gestión conjunta y desde una perspectiva global, desde el aprovisionamiento de materias primas hasta el cliente final.
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Se crean las primeras asociaciones profesionales y académicas españolas dedicadas al estudio de la función logística: el Centro Español de Logística (1978) y el Institut Català de Logística (1980).
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Se comienza a entender la función logística como variable de diferenciación competitiva , tanto por la vía de la diferenciación (innovación, servicio...), como por la vía de la reducción de costes.
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La función logística adquiere una relevancia máxima dentro de la gestión empresarial; no sólo es una variable estratégica de diferenciación de la competencia, sino que, además, es capaz de generar valor para el cliente, y, por tanto, aumentar su satisfacción y lealtad (Mentzer et al., 2004).
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Se entiende la función logística como la integración y coordinación entre todas las empresas del canal de suministro (proveedores, fabricantes, distribuidores, operadores logísticos, clientes...), de la planificación y gestión de todas las actividades necesarias para poner el producto a disposición del cliente.