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Inicio del Reinado de Isabel II
En 1833, tras la muerte de Fernando VII, Isabel II asciende al trono con solo tres años, bajo la regencia de su madre, María Cristina. Este hecho marcó el inicio de un periodo de inestabilidad política en España, enfrentando a los liberales isabelinos y a los absolutistas carlistas, que apoyaban a Carlos Mª Isidro como legítimo heredero al trono. -
Estallido de la Primera Guerra Carlista
El conflicto se desató en 1833 debido a la disputa dinástica entre isabelinos y carlistas. La guerra fue también una lucha ideológica: los liberales defendían el cambio hacia un Estado moderno, mientras que los carlistas apoyaban la restauración del absolutismo y los fueros tradicionales. Este conflicto marcaría la política española durante los años siguientes. -
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Reinado de Isabel II
El reinado de Isabel II (1833-1868) fue un periodo marcado por la inestabilidad política en España. Inició con su minoría de edad y la regencia de su madre, María Cristina, seguida de la primera guerra carlista. Su reinado presenció la alternancia entre liberales y moderados, destacando la desamortización de Mendizábal y los conflictos con la Iglesia. Terminó con la Revolución de 1868, conocida como "La Gloriosa", que la destronó. -
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Regencia de Mª Cristina
Durante la regencia de María Cristina, madre de Isabel II, se inició el proceso de construcción del Estado liberal en España. Enfrentó la Primera Guerra Carlista y adoptó medidas liberales, como el Estatuto Real de 1834, para ganar apoyos. Surgieron los partidos moderado y progresista, marcando el inicio de un largo conflicto político entre ambas corrientes, mientras se desmantelaban estructuras del Antiguo Régimen. -
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Primera Guerra Carlista
La Primera Guerra Carlista (1833-1839) fue un conflicto dinástico entre los partidarios de Isabel II, representados por los liberales, y los de Carlos María Isidro, hermano del rey Fernando VII, apoyados por los absolutistas. La guerra se libró principalmente en el norte de España, especialmente en el País Vasco y Navarra. Finalizó con la derrota carlista tras la firma del Convenio de Vergara, consolidando el trono de Isabel II. -
Estatuto Real (1834)
En 1834, María Cristina, regente de Isabel II, promulgó el Estatuto Real, un documento que establecía una carta otorgada y limitaba el poder real en favor de las Cortes. Aunque reconocía algunos derechos y creaba un sistema parlamentario, el sufragio era muy restringido y las Cortes eran en su mayoría conservadoras. Este estatuto representaba un compromiso entre los liberales moderados y la monarquía. -
Formación de los Partidos Liberales
Con la promulgación del Estatuto Real, se consolidaron dos grandes corrientes dentro del liberalismo español: los moderados, que apoyaban una monarquía fuerte y un orden conservador, y los progresistas, que defendían reformas más profundas y la restauración de la Constitución de 1812. Estos dos grupos comenzaron a estructurarse como partidos políticos y a definir sus posiciones en el Parlamento. -
Revolución de 1835
En 1835, España vivió una serie de levantamientos en diversas ciudades, conocidos como la Revolución de 1835. Esta insurrección fue impulsada por el creciente descontento popular con el gobierno moderado y la represión de las libertades. Las protestas, lideradas principalmente por sectores progresistas, forzaron al gobierno a adoptar medidas más radicales, consolidando el poder de los progresistas en el contexto de la guerra carlista. -
Desamortización de Mendizábal
En medio de la guerra carlista, el gobierno de Juan Álvarez Mendizábal impulsó la desamortización de los bienes del clero regular. Este proceso tenía como objetivo obtener recursos para la guerra y reducir la deuda pública, vendiendo los bienes confiscados en subastas. La desamortización fue un paso crucial en la transformación del sistema económico español, aunque generó un profundo conflicto con la Iglesia y la nobleza. -
Restablecimiento de la Constitución de 1812
En 1836, tras una serie de levantamientos progresistas y la sublevación de la Guardia Real en el Palacio de La Granja, María Cristina se vio obligada a restablecer la Constitución de 1812. Este acto supuso un avance hacia un sistema más democrático y liberal, que reafirmaba la soberanía nacional y los derechos individuales, aunque con ciertas limitaciones, como el sufragio censitario. -
Nuevo Gobierno Progresista
Tras la restauración de la Constitución de 1812, se formó un nuevo gobierno progresista bajo la dirección de los líderes del sector, como Juan Álvarez Mendizábal. Este gobierno adoptó medidas de gran calado, como la eliminación de los privilegios del Antiguo Régimen y la promoción de reformas agrarias, incluyendo la ampliación de la desamortización y la creación de nuevas leyes que favorecieran el progreso y la modernización del país. -
Aprobación de la Constitución de 1837
En 1837, se aprobó una nueva Constitución que intentó conciliar las posturas de moderados y progresistas. Establecía la soberanía nacional, la división de poderes y los derechos individuales, como la libertad de prensa. Aunque progresista en algunos aspectos, mantenía un sufragio censitario y otorgaba amplios poderes al rey, consolidando un régimen parlamentario sin una plena separación de poderes. -
Finalización de la Primera Guerra Carlista - "Abrazo de Vergara"
En 1839, la Primera Guerra Carlista concluyó con el "Abrazo de Vergara", un acuerdo entre los generales isabelinos y carlistas, que permitió la rendición de los carlistas. Este pacto garantizó el respeto a los fueros vascos y navarros, pero significó el fin del absolutismo en España. La victoria liberal consolidó el dominio del liberalismo en la política española y debilitó al carlismo, aunque este movimiento continuaría en el exilio. -
Exilio de Carlos María Isidro
Tras la derrota en la Primera Guerra Carlista, Carlos María Isidro, líder de los carlistas, se exilió en Francia. Su salida marcó el fin de su pretensión al trono español, aunque el carlismo continuaría siendo una fuerza opositora en el país. La derrota carlista reforzó la posición de Isabel II y permitió el avance de las reformas liberales, aunque el carlismo resurgiría en los años siguientes. -
Sublevación de la Guardia Real
En 1840, la sublevación de la Guardia Real, que tuvo lugar en el Palacio de La Granja, obligó a María Cristina a entregar el gobierno a los progresistas. Este levantamiento fue un punto crucial que alteró el curso político de la época y permitió la ascensión de Espartero como nuevo regente, quien impulsó varias reformas liberales para consolidar su poder y el de Isabel II. -
Dimisión de María Cristina
En 1840, María Cristina, regente de Isabel II, dimitió tras la creciente oposición de los moderados y los levantamientos progresistas. Su salida del poder abrió paso a la regencia de Espartero, quien asumió el control del país. La decisión de María Cristina fue resultado de la presión política y militar, consolidando el poder de los progresistas, aunque el clima de inestabilidad política persistiría en los años siguientes. -
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Regencia de Espartero
El general Espartero asumió la regencia tras la abdicación de María Cristina, respaldado por los progresistas. Gobernó de forma autoritaria, enfrentándose a la oposición moderada y al descontento popular. Su política represiva, como el bombardeo de Barcelona en 1842, erosionó su prestigio. Finalmente, un pronunciamiento militar forzó su dimisión en 1843, marcando el fin de la regencia y la mayoría de edad anticipada de Isabel II. -
Caída de Espartero
En 1843, debido a la oposición moderada y la creciente insatisfacción con su autoritarismo, el general Espartero fue forzado a dimitir. La sublevación militar y el apoyo de los moderados llevaron a su caída, lo que permitió el regreso al poder de los sectores más conservadores, marcando el comienzo de una etapa más estable para la monarquía isabelina, bajo el control de los moderados. -
Mayoría de Edad de Isabel II
En 1843, las Cortes declararon a Isabel II mayor de edad con solo trece años, permitiéndole asumir el trono de manera efectiva. Este cambio marcó el fin de la regencia de Espartero, quien había gobernado desde 1840. Aunque Isabel II comenzó su reinado, el país seguía sumido en la división política entre moderados y progresistas, y las tensiones continuarían durante su reinado -
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Década Moderada
Este periodo estuvo dominado por el liderazgo de Narváez y los moderados, consolidándose un régimen conservador bajo la Constitución de 1845. Se fortaleció el poder de la monarquía, se limitó el sufragio y se reprimieron derechos como la libertad de prensa. Se crearon instituciones clave, como la Guardia Civil en 1844, y se firmó el Concordato de 1851, garantizando el control de la Iglesia en la educación y la censura. -
Aprobación de la Constitución de 1845
En 1845, se promulgó una nueva Constitución que consolidaba un régimen moderado y conservador en España. Esta Constitución otorgaba amplios poderes al rey, establecía el sufragio censitario restringido y mantenía el carácter confesional del Estado, con la Iglesia Católica teniendo una fuerte influencia. Aunque reconocía ciertos derechos, limitaba considerablemente las libertades individuales y no respetaba el principio de soberanía nacional, favoreciendo una monarquía autoritaria. -
Estallido de la Segunda Guerra Carlista
En 1846, estalló la Segunda Guerra Carlista, un conflicto que surgió principalmente por el fracaso de la boda entre Isabel II y el pretendiente carlista Carlos VI. La guerra se concentró en Cataluña y fue impulsada por la oposición de los carlistas al régimen liberal de Isabel II. Aunque la insurrección tuvo apoyo en zonas rurales, fue rápidamente sofocada por el ejército isabelino, consolidando la victoria liberal. -
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Segunda Guerra Carlista
La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) fue un conflicto en España entre los carlistas, que apoyaban la causa de Carlos Luis de Borbón, y el gobierno isabelino. Aunque de menor envergadura que la primera, se libró principalmente en Cataluña, el País Vasco y Navarra. La guerra terminó con la victoria del ejército isabelino y la rendición de los carlistas, debilitando la causa carlista, aunque no erradicándola por completo. -
Fin de la Segunda Guerra Carlista
En 1849, la Segunda Guerra Carlista llegó a su fin tras la derrota definitiva de las fuerzas carlistas. Aunque algunas partidas resistieron en áreas aisladas como el Maestrazgo, el principal pretendiente carlista, Carlos VI, abandonó la lucha, y el movimiento carlista se debilitó considerablemente. La guerra consolidó el dominio del liberalismo en España, aunque el carlismo seguiría siendo una fuerza de oposición en los años venideros. -
Exilio de Carlos VI
Carlos VI, pretendiente al trono en la Segunda Guerra Carlista, se exilió en Francia tras la derrota de sus tropas. Este exilio marcó la desaparición temporal de su figura como líder del carlismo, aunque la dinastía carlista continuaría en el exilio y algunos de sus seguidores mantendrían la lucha contra el régimen isabelino en décadas posteriores. -
Concordato de 1851
En 1851, se firmó el Concordato entre España y la Santa Sede, que restableció las relaciones entre la Iglesia y el Estado, tras la desamortización de los bienes eclesiásticos. Este acuerdo reconoció a la Iglesia Católica como la religión oficial del Estado, otorgándole un gran control sobre la educación y otros aspectos de la vida social. A cambio, la Iglesia aceptó la pérdida de los bienes que ya se habían vendido durante las desamortizaciones previas. -
Manifiesto de Manzanares
Tras la Revolución de 1854, los militares sublevados publicaron el Manifiesto de Manzanares, en el que se exigían reformas políticas y sociales. El manifiesto atrajo apoyo popular y facilitó el cambio de gobierno, con la participación de figuras clave como O'Donnell y Espartero, que asumieron el liderazgo del nuevo gabinete progresista. -
La Revolución de 1854 ("Vicalvarada")
En 1854, el descontento popular y la oposición al gobierno moderado llevaron al levantamiento conocido como la Vicalvarada. Inicialmente liderada por el general Leopoldo O’Donnell, esta revuelta recibió el apoyo de varios sectores del ejército y la sociedad, exigiendo reformas liberales. La Revolución culminó con la dimisión del gobierno moderado y la formación de un nuevo gobierno progresista bajo el liderazgo de Espartero y O’Donnell. -
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La "Vicalvarada" y el Gobierno Progresista
La "Vicalvarada", pronunciamiento liderado por O’Donnell en 1854, derivó en la revolución apoyada por el Manifiesto de Manzanares. Esto permitió la formación de un gobierno progresista encabezado por Espartero y O’Donnell. Durante el Bienio Progresista, se impulsaron reformas económicas clave, como la Desamortización de Madoz y la Ley de Ferrocarriles, pero la creciente conflictividad social y las desilusiones populares llevaron a su fin en 1856. -
Desamortización de Madoz
En 1855, el ministro de Hacienda, Pascual Madoz, promulgó la Ley de Desamortización de bienes de propiedad colectiva, afectando principalmente a los bienes municipales. Esta ley buscaba generar recursos para el Estado y fomentar el desarrollo económico, a través de la venta de tierras y propiedades de los ayuntamientos y de la Iglesia. Aunque promovió la expansión del mercado, también profundizó la concentración de tierras en manos de grandes propietarios. -
Ley de Ferrocarriles
En 1855, se aprobó la Ley de Ferrocarriles, que marcó el inicio de la modernización de las infraestructuras españolas. Esta ley incentivó la construcción de una red ferroviaria en todo el país, con el objetivo de mejorar la comunicación y facilitar el crecimiento económico, especialmente en el comercio y la industria, impulsando el desarrollo del capitalismo en España. -
Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias
En 1856, se aprobó la Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias, que facilitó el desarrollo del sistema financiero en España. Esta ley promovió la creación y expansión de bancos y otras instituciones financieras, lo que impulsó la inversión y el crédito en el país. Fue un paso clave para la modernización económica, especialmente en relación con la expansión del ferrocarril y otras infraestructuras. -
Constitucionalismo de 1856 ("Non Nata")
En 1856, durante el Bienio Progresista, se elaboró una nueva Constitución que pretendía consolidar los principios liberales en España, como la soberanía nacional, la división de poderes y la ampliación de derechos y libertades. Sin embargo, nunca llegó a entrar en vigor, ya que no fue aprobada por las Cortes debido a la inestabilidad política y la oposición de los sectores moderados. Por ello, se le conoce como la "Constitución non nata". -
Crisis del Bienio Progresista
En 1856, el gobierno progresista de Espartero y O'Donnell entró en crisis debido al descontento popular y las divisiones internas. La falta de cumplimiento de las promesas de reforma y la creciente tensión social llevaron a la pérdida de apoyo. Esto culminó con la dimisión de Espartero y el regreso de los moderados al poder, marcando el fin del Bienio Progresista. -
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La Unión Liberal y el retorno del moderantismo
Tras el Bienio Progresista, la Unión Liberal de O’Donnell gobernó durante una época de estabilidad política y euforia económica (1856-1863), con avances como la Ley Moyano y la expansión ferroviaria. Sin embargo, desde 1863 se alternaron gobiernos autoritarios de moderados y unionistas. La crisis económica y el desgaste político aumentaron el descontento social, desembocando en el Pacto de Ostende (1866) y la preparación de la revolución que destronaría a Isabel II. -
Crisis política y dimisión de O'Donnell
En 1863, la creciente inestabilidad política y la división dentro de la Unión Liberal provocaron la dimisión de Leopoldo O'Donnell, quien había sido una figura central en la política española. Su salida marcó el fin de una etapa de relativa estabilidad bajo su liderazgo y abrió un período de gobiernos inestables, caracterizado por el enfrentamiento entre moderados y progresistas, que preparaba el terreno para una nueva crisis política. -
Crisis económica y social
En 1863, España sufrió una grave crisis económica, agravada por el colapso de las compañías ferroviarias, la quiebra de varias industrias textiles debido a la falta de algodón y el aumento de los precios agrícolas. Esta crisis económica se combinó con un creciente malestar social, alimentando el descontento popular y el rechazo al sistema político, lo que contribuyó a la creciente oposición a Isabel II y al desmoronamiento del régimen isabelino. -
Reemplazo de O'Donnell y el regreso de Narváez
En 1864, tras la dimisión de O'Donnell debido a la crisis política y económica, el general Narváez regresó al poder. Su gobierno, aunque buscaba restaurar el orden, también intensificó la represión contra la oposición, lo que provocó un creciente descontento entre los progresistas y las clases populares. Este cambio marcó una nueva fase de autoritarismo dentro del régimen isabelino. -
Noche de San Daniel
En 1865, se produjo un levantamiento popular en Madrid conocido como los "Sucesos de la Noche de San Daniel". Este motín fue una protesta contra la represión del régimen de Isabel II y la creciente insatisfacción social debido a la crisis económica y la falta de reformas. La respuesta del gobierno fue brutal, con cientos de detenciones y una represión violenta de las manifestaciones, lo que aumentó la tensión política en el país. -
Sublevación del cuartel de San Gil
En 1866, los progresistas, apoyados por sectores militares descontentos, protagonizaron una sublevación en el cuartel de San Gil, en Madrid. Este levantamiento fue sofocado por el gobierno, pero reflejó la creciente oposición al régimen de Isabel II. Fue uno de los primeros signos de que el apoyo popular y militar hacia la monarquía se estaba debilitando, aumentando la presión para un cambio de régimen. -
Pacto de Ostende
En 1866, los líderes progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende, con el objetivo de destronar a Isabel II y convocar Cortes Constituyentes con sufragio universal. Este acuerdo marcó un hito en la oposición al gobierno isabelino, uniendo a fuerzas políticas de distintos espectros con la meta de cambiar el sistema político y abrir paso a una nueva era. -
Revolución de 1868 ("La Gloriosa")
En 1868, se produjo la Revolución de Septiembre, conocida como "La Gloriosa", que derrocó a Isabel II. La sublevación, liderada por una coalición de militares y políticos progresistas, fue impulsada por la creciente insatisfacción social, económica y política con el régimen isabelino. La revolución obligó a Isabel II a exiliarse en Francia y abrió paso a un periodo de inestabilidad política, que terminaría con la proclamación de Amadeo de Saboya como rey. -
Exilio de Isabel II
Tras la Revolución de 1868, Isabel II fue forzada a abandonar el trono y exiliarse en Francia. Este acontecimiento marcó el fin de su reinado, que había estado marcado por la inestabilidad política, las divisiones internas y el creciente descontento popular. El exilio de la reina dio inicio a un periodo de crisis en España, que culminó en la búsqueda de un nuevo modelo monárquico. -
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Tercera Guerra Carlista
La Tercera Guerra Carlista (1872-1876) fue el último intento significativo de los carlistas por imponer a un Borbón absolutista en el trono de España, esta vez bajo la figura de Carlos VII. El conflicto se desarrolló principalmente en el norte, en áreas como el País Vasco, Navarra y Cataluña. A pesar de algunas victorias carlistas, la guerra terminó con la derrota de los carlistas y el fin de su causa dinástica, consolidando definitivamente el reinado de Alfonso XII.